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Emancipación


Aunque haya quienes lo pongan en duda, la humanidad y el mundo han evolucionado y lo seguirán haciendo. El cambio es una constante y aquellos que no sean capaces de fluir dócilmente con él, sufrirán por la simple resistencia. 

La actitud necia de resistirse al cambio provoca un estado en que la persona sufre por su causa, pero la misma necedad de querer seguir insistiendo en forjar las cosas por sus ideas fundamentadas en el miedo al cambio, le hace percibir que su malestar se debe al entorno, a las circunstancias, a gobiernos, a elites de poderosos, etc.. 

Todas las creencias que se generan para justificar el malvivir, dotan de poder a esos fantasmas que subyugan al sufriente. 

De alguna manera está consensuada la idea de que existe ese poder en aquellos que causan padecimiento, que al no ser cuestionada se vuelve una "realidad" generalizada. 

Es tanta la fe depositada en que alguien más me prohíbe ser libre o feliz, que no parece quedar espacio para algo diferente. 

Desbaratar a la víctima (interior).









Haber aceptado la idea de que somos débiles y vulnerables le dio forma a una impronta muy arraigada en la mente que se manifiesta y posee influenciando el sentir de forma nociva.

Esa aparente adicción a sentirnos víctimas de las circunstancias y/o personas, nos vuelve la vida pesada y poco llevadera.

En un estado alterado de la mente, donde ésta no puede “ver” con claridad, es cuando emergen sentimientos nocivos que se confunden con placenteros. Como es el caso del victimismo o el morbo. 

Una persona que dice padecer las noticias al darse cuenta de los horrores que ocurren y a la vez reconoce que se siente atraída por este tipo de “espectáculos”, evidentemente tiene un problema y es que su mente asoció el placer a esta práctica.

Lo mismo ocurre con las personas que se ponen a sí mismas en posición de víctima. Lo que están haciendo con ésto es satisfaciendo su necesidad de experimentar el “placer” que le da sentir a otro culpable.

Superstición. Creer para ver.


La superstición está muy relacionada con la sugestión, ambas emergidas de la mente y su conformación ideológica.

Existen comunidades en el mundo donde la superstición predomina e influye en el cotidiano vivir de maneras poderosas.

No faltan aquellos que asocian el color negro con lo malo, perverso u obscuro. O quienes creen en prácticas de brujería, maldiciones, daños causados a partir de ritos “obscuros”. Quienes creen en espíritus, fantasmas, demonios, etc. etc.

Y todo este tipo de creencias cobran realidad en la mente que las genera. Y, ciertamente, no es recomendable en ningún sentido.

Aunque se tratase de “buena” superstición, ésto es, creer en el poder de objetos como velas, sahumerios, símbolos, etc. más allá de uno mismo.

Es apropiado recobrar el poder que uno tiene sobre su realidad, la cual sólo se ejerce de manera voluntaria y con conciencia.

Las personas tenemos el poder que el pensamiento nos otorga y el de la fe en ese pensamiento, sea que se trate de algo esperanzador o de miedo.

Dios al servicio de la vida.


Dios es una palabra literal, la que puede ser asociada por la mente de diferentes maneras.

Lo común es que no tenga mucho de sano o bueno, siendo que suele asignársele la gran propiedad de entidad superior y “perfecta” que en contraposición con lo inferior e “imperfecto”se convierte en un arma mortal y condenatoria como pocas. 

También puede ser asociada a la jerarquía, dónde en el nivel más alto se encuentra esta entidad, déspota, juez y con el suficiente morbo como para manejar todo y a todos con una voluntad egoísta que disfruta demostrando su poder a pequeñas e insignificantes criaturas del universo.

Dios suele ser usado como excusa para divisiones, condenas, enfermedades, martirio, culpa, sufrimiento, etc. en definitiva, nada que suene muy alentador ni atractivo. Sin embargo, e irónicamente son éstos los conceptos populares que atraen masas, y no es una casualidad, dado que es la mente la que crea al Dios a su antojo, le da poder y le asigna una personalidad que complazca sus necesidades del momento. Así podemos encontrar tanta cantidad de Dioses como ideas hay en la mente. Una mente infantil y adicta a la culpabilidad no podrá crear otro Dios que el morboso, juez y condenador.

Falso poder.

Cuan común es encontrar impreso el deseo de héroe en no poca gente, esa ansiada dote que frustra día tras día al descubrir que nunca será realidad.

Parece haber una persistente fantasía infantil de desarrollar súper poderes, ¿y para qué?, ¿para salvar el mundo?, ¿para hacer el bien?, ¿para defender a los débiles?, no lo creo.

Esta fantasía generada sobre el poder tiene más que ver con el fortalecimiento del ego en una súper personalidad que con el altruismo de brindarse por el bien de todos.

El poder que otorga el dinero.

Hay un vínculo muy estrecho en el mundo actual entre el dinero y el poder. Ahora bien, ¿el poder de qué?.

Alguna vez leí  un consejo que daba un padre a su hijo y le decía algo como: “de vez en vez, saca un billete de tu cartera, mirándolo atentamente dí, este billete es mío. De esta manera dejarás en claro quien de los dos es el dueño".

Las personas parecieran haber perdido, luego de tanto tiempo, el verdadero sentido de la existencia del dinero que ha dejado de ser un medio para convertirse en un fin.

Una noche caminábamos con mi sobrina de nueve años a quien le habían regalado para su cumpleaños un billete de cincuenta. Me sorprendió cuando me dijo: “me gustaría tener un billete de cien”.

Yo, que sabía que ella no tenía demasiada idea del dinero, le pregunté para qué lo quería. Y no me sorprendió con la respuesta, sólo dijo, “para tener uno”.

Así aproveché la oportunidad y le hice este planteo:

Imagina que en este momento comienzas a sentir hambre, tienes tu billete de cien pero no hay nadie que te lo cambie por comida, ¿qué haces?.

Y respondió, “ni siquiera lo puedo comer porque es tóxico”.

Ese es el valor que tiene el dinero. Ninguno. El dinero sólo vale cuando puedes cambiarlo por algo. El valor está en las personas, lo importante son las personas, es a ellas a las que tienes que valorar por sobre tu dinero.