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Dios al servicio de la vida.


Dios es una palabra literal, la que puede ser asociada por la mente de diferentes maneras.

Lo común es que no tenga mucho de sano o bueno, siendo que suele asignársele la gran propiedad de entidad superior y “perfecta” que en contraposición con lo inferior e “imperfecto”se convierte en un arma mortal y condenatoria como pocas. 

También puede ser asociada a la jerarquía, dónde en el nivel más alto se encuentra esta entidad, déspota, juez y con el suficiente morbo como para manejar todo y a todos con una voluntad egoísta que disfruta demostrando su poder a pequeñas e insignificantes criaturas del universo.

Dios suele ser usado como excusa para divisiones, condenas, enfermedades, martirio, culpa, sufrimiento, etc. en definitiva, nada que suene muy alentador ni atractivo. Sin embargo, e irónicamente son éstos los conceptos populares que atraen masas, y no es una casualidad, dado que es la mente la que crea al Dios a su antojo, le da poder y le asigna una personalidad que complazca sus necesidades del momento. Así podemos encontrar tanta cantidad de Dioses como ideas hay en la mente. Una mente infantil y adicta a la culpabilidad no podrá crear otro Dios que el morboso, juez y condenador.

Destino.


Tan arraigada está la idea de la pre-destinación en algunas personas que llegan a pensar que todo lo que les pasa en la vida corresponde al cumplimiento de ese plan que para ellos está diseñado.

Una mujer me dijo algo como, “cuando uno tiene marcado el destino no puede hacer nada al respecto. Y como yo no creo en Dios”. Agregó.

Entonces, si no cree en Dios, ¿quién o qué marca su destino?. Pregunté.

Se encogió de hombros.

Si no cree en un Dios, no tiene sentido que crea en el destino o en la predestinación. Porque no hay forma de que esté ahí. Lo que debe saber es que el destino no es casual, sino causal.

No son pocas las personas que desligan toda responsabilidad de sus vidas atribuyendo la red de eventos que las constituyen a un destino diseñado o a un Dios prepotente y poco democrático.

Claro está que aquello que llaman destino no es otra cosa que un puñado de posibilidades, las cuales dependen de las elecciones que se hacen en el presente, lo que sugiere que las personas tenemos el poder de forjar nuestro propio destino.