Tan arraigada está la idea de la pre-destinación en algunas personas que llegan a pensar que todo lo que les pasa en la vida corresponde al cumplimiento de ese plan que para ellos está diseñado.
Una mujer me dijo algo como, “cuando uno tiene marcado el destino no puede hacer nada al respecto. Y como yo no creo en Dios”. Agregó.
Entonces, si no cree en Dios, ¿quién o qué marca su destino?. Pregunté.
Se encogió de hombros.
Si no cree en un Dios, no tiene sentido que crea en el destino o en la predestinación. Porque no hay forma de que esté ahí. Lo que debe saber es que el destino no es casual, sino causal.
No son pocas las personas que desligan toda responsabilidad de sus vidas atribuyendo la red de eventos que las constituyen a un destino diseñado o a un Dios prepotente y poco democrático.
Claro está que aquello que llaman destino no es otra cosa que un puñado de posibilidades, las cuales dependen de las elecciones que se hacen en el presente, lo que sugiere que las personas tenemos el poder de forjar nuestro propio destino.
No suena nada mal, aunque hay algunos detalles que considerar.
Una vez leí la frase, “lo que diferencia a una persona poderosa de la víctima es la consciencia”.
Es justamente ésta la consideración primordial que se debe tener presente al momento de dar inicio a la cadena de eventos que constituirán el destino.
Otra frase que leí fue: “no siembres patatas para luego llorar porque no nacieron zanahorias. Si quieres cosechar zanahorias, siembra zanahorias”.
Esto es, estar presente en el momento en que se desea, actúa o procede, de esta manera se podrá tomar consciencia de lo que se está generando, para tener la oportunidad de elegir conscientemente a partir de lo que se pretende generar.
Y si bien, las personas tenemos ciertas limitaciones en la capacidad de abarcar la totalidad de lo que puede generarse desde un simple pensamiento, palabra o acto, se puede tener identificado el motivo ulterior que a uno le mueve.
Desde el momento en que se tiene clara la intención con la que se mueve en la vida, así sea pura o retorcida, la persona comienza a tomar consciencia de que todo aquello que genera y los sentimientos que experimenta son su responsabilidad y en ella está el poder de seguir en el mismo sentido o cambiar.
No existe un destino independiente de una causa. Si algo ocurrió es por que algo lo causó. Si algo no ocurre es porque falta su precursor.
Existe un espectro importante de creencias y juicios influenciando el destino de las personas, siendo que cada una procede según su constitución mental, naturalmente. Es por esto que a muchos les cuesta cumplir con deseos cuando estos se contraponen a sus creencias morales o religiosas, por nombrar algunas. O puede ser que simplemente no se manifiesten situaciones en la vida de alguien porque está convencida de que no ocurrirán o por sentir que no las merece.
Todas estas cosas afectan el presente, destino y la vida en su totalidad.
Hay quienes predestinan enfermedades porque sus padres o antecesores sufrieron la enfermedad o porque en la tv anuncian una enfermedad muy contagiosa de la cual es casi imposible escapar.
Las personas están construyendo sus destinos todo el tiempo, en forma individual y colectiva.
Como es el caso de familias, comunidades o países que no creen que como grupo vayan a tener grandes logros, o donde reina una mentalidad negativa y negativista que fuerza una actitud colectiva que los mueve hacia ese destino que forzaron.
Irónicamente, los pesimistas son los que suelen alegrarse de haber tenido razón al vaticinar una debacle.
Como ocurre lo opuesto en grupos de personas que tienen una fuerza y actitud que no deponen por juicios facilistas que les desmoralicen porque las cosas no ocurren tal cual las habían “diseñado”.
Es común tener por bandera la defensa del orgullo, así, si alguien insulta causa en quien defiende su orgullo un insulto por respuesta, sin caer en la cuenta de que ésta es una actitud esclavizante y casi pre-destinada. La persona insultada quizás tenía pensado vivir un día en paz y de repente, en forma automática, regaló su paz a una situación externa, por no tomar consciencia.
A la vez, quien insulta sabe que por respuesta es muy posible que sea insultado y sin embargo, se ofende si esto, en definitiva, ocurre.
Y más allá de que uno tiene y obtiene lo que considera que se merece. Hasta tanto se logre confiar en la propia capacidad de determinar destinos individuales y globales, se puede optar por una opción sana y es la de no juzgar los acontecimientos, sobretodo cuando estos juicios son negativistas o llevan a la auto-condena.
Y por todos los medios, comenzar a trabajar en volverse conscientes de los actos, sobretodo de los que se llevan en estado automático.
Proponerse el famoso despertar, buscar respirar profundamente con más frecuencia y darle a la mente espacios de silencio para lograr con éstos, momentos de paz y contemplación.
De esta manera y aunque no consiguiese demasiado éxito construyendo el destino que quisiera, al menos, logrará vivir con intensidad cada vez más momentos, porque se está logrando atender conscientemente a ellos y el tiempo no transcurrirá tan rápido ni en vano, porque se está viviendo.
Salud.
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