La desconfianza no es un método preventivo sano.



Es común de ver que se promueva a la desconfianza como una forma de estar prevenido, pero en la práctica no resulta efectivo ni mucho menos. 

El ser desconfiado suele ser una característica más personal que una práctica inteligente. La persona desconfiada tiende a ser insegura de sí misma y no muy verás, por tanto cree, por propia proyección, que quienes le rodean comparten su “naturaleza” y desconfía. 

Lo habitual es que hasta el mismo desconfiado crónico se relaje a veces y confíe en las cosas más insólitas pero que van con su creencia, y por un raro fenómeno, terminan siendo engañados y/o traicionados. Porque si hay algo que es una constante en estas personalidades es que desconfíen de lo equivocado y confían también equivocadamente. 

Meritocracia vs la posibilidad de dar.




Meritocracia se le llama comúnmente al acto de hacer algo para merecer algo a cambio, comparable con lo que ocurre con un animal doméstico que hace la prueba para ser compensado.

Hay ramas del pensamiento colectivo-social que incorporaron la meritocracia como una práctica justa y valorable. Considerando erradamente que el mérito le da valor a la persona.

Pero no hay que confundir la meritocracia con la posibilidad de dar.

Hay un dilema social muy importante que nace de perspectivas o ideas erradas sobre el merecer algo y el sentirse bien de brindar algo.

¿Atributos propios o defectos ajenos?.




Como característica principal de la educación social y la hipocresía que ésta acompaña, está la de disimular lo que se siente y piensa cuando no es algo bien visto o muy por el contrario, expresar estas ideas con vehemencia castigando críticamente aquello que se juzga contrario a las propias ideas.

No importa cuál de estas manifestaciones sea la que atañe a la persona, ambas son igual de falaces. La diplomática o la vehemente.

El sólo hecho de que la persona experimente sentimientos de pavor por la condición que juzga en otros, es la señal de la ausencia de amor propio.

Una persona sin amor propio, sin auto aceptación, sin conocimiento y valoración de su aptitud y su inaptitud, de sus destrezas y sus falencias, se convierte en una entidad vacía de valor, que comienza a experimentar sus propias destrezas como defectos ajenos.