Meritocracia vs la posibilidad de dar.




Meritocracia se le llama comúnmente al acto de hacer algo para merecer algo a cambio, comparable con lo que ocurre con un animal doméstico que hace la prueba para ser compensado.

Hay ramas del pensamiento colectivo-social que incorporaron la meritocracia como una práctica justa y valorable. Considerando erradamente que el mérito le da valor a la persona.

Pero no hay que confundir la meritocracia con la posibilidad de dar.

Hay un dilema social muy importante que nace de perspectivas o ideas erradas sobre el merecer algo y el sentirse bien de brindar algo.

¿Atributos propios o defectos ajenos?.




Como característica principal de la educación social y la hipocresía que ésta acompaña, está la de disimular lo que se siente y piensa cuando no es algo bien visto o muy por el contrario, expresar estas ideas con vehemencia castigando críticamente aquello que se juzga contrario a las propias ideas.

No importa cuál de estas manifestaciones sea la que atañe a la persona, ambas son igual de falaces. La diplomática o la vehemente.

El sólo hecho de que la persona experimente sentimientos de pavor por la condición que juzga en otros, es la señal de la ausencia de amor propio.

Una persona sin amor propio, sin auto aceptación, sin conocimiento y valoración de su aptitud y su inaptitud, de sus destrezas y sus falencias, se convierte en una entidad vacía de valor, que comienza a experimentar sus propias destrezas como defectos ajenos.

Compasión


Si hay una capacidad que nos vuelve humanos y transformadores de situaciones de malestar en momentos de estados profundos de empatía y entendimiento, esa es la compasión, que nada tiene que ver con la lástima o la tolerancia.

La persona más contemplativa que racional tiene grandes posibilidades de desarrollar la compasión, y con ésta, lograr el bienestar para sí y, naturalmente, para aquel foco de ésta. Aunque el ser compasivo no discrimina entre uno mismo y los demás. 

Es un estado en el cual la misantropía no tiene lugar, no es posible la envidia ni el resentimiento, sentires tan nocivos para cualquier ser, deponen su poder ante la compasión y el orgullo pierde totalmente su sentido.

Ataraxia



Alguien dijo alguna vez: “Las circunstancias no importan, el estado de ser importa”. Y hay un estado que podría considerarse el más extraño, saludable y enriquecedor de los estados. Ataraxia: es algo así como un estado de paz y equilibrio, lo que algunos llaman “estar en el centro”.

Como humanos desdeosos de experimentar, conocer y reconocer, nos embarcamos en vivencias y experiencias que no siempre resultan satisfactorias al propio juicio, pero que enriquecen de alguna manera la vida y moldean la realidad del presente, es decir, de la percepción de cada momento.

En el simple vivir, los pensamientos son una constante, al igual que las emociones que suelen llevar el estado de ser de un extremo a otro: de la euforia al desgano, de la rabia al buen ánimo, de la tranquilidad al caos, por mencionar unos pocos.

El estado del centro o ataraxia es justamente la capacidad de no dejarse arrastrar por el movimiento constante hacia los extremos, una capacidad que, como cualquier otra, se desarrolla voluntaria y conscientemente.