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Intenciones sanas, vida sana.


En la antigüedad se condenaba a los enfermos porque se pensaba que las enfermedades eran un castigo divino por sus pensamientos o actos pecaminosos(*). De modo que si alguien enfermaba era excluido, discriminado y hasta condenado socialmente o expulsado de la comunidad.

Algo intuían las personas de la época sobre las enfermedades, pero erradamente condenaban a la persona enferma, y esta actitud, a la vez y sin lugar a dudas, causaba dolencias y/o enfermedades.

Las ideas y creencias de una época si son depuradas pueden ser útiles. Y tomando esta idea de que la enfermedad se origina en un ambiente propicio que podría ser el de pensamientos y/o actos mal intencionados, uno puede tomar la iniciativa de comenzar a detectar esos sentimientos bajos y volverse un testigo de ellos, sin condenarlos ni rechazarlos, de esta manera se puede disociar de éstos  ya que no son parte del pensamiento más consciente.

El pensamiento consciente es el que en definitiva nos da la salud y algo no menos importante, la libertad.