Con la consciencia de lo que los términos absolutos pueden significar se expresa:
La religión es siempre interior y nunca puede tomar forma de organización. No responde al juicio moral sino a la inteligencia inherente a todos nosotros.
En este sentido, se puede aseverar que la religión no sólo es perfectamente integrable a las disciplinas de conocimiento sino que es absolutamente necesaria.
La religión es personal, es el deseo más profundo y sincero de reunión armónica universal. Y sólo en estos términos la acepción de la palabra puede ser aceptada. Religar, reunir.
La religión organizada no es religión, es dogma, secta, política o alguna otra cosa relativa a un adoctrinamiento moral básico que nada tiene que ver con la inteligencia.
La idea más predominante es que la religión y la ciencia estuvieron muy disociadas y en discordia causando en tiempos pasados hechos aberrantes desde ambas partes. Hoy en día se llegó a la conciliación y al respeto, si se quiere, pero no a la integración.
Es así, porque lo disociado no es la religión o la ciencia del conocimiento, sino el dogma que siguen unos y otros por cierta comodidad u ocio mental.
Ambas fueron institucionalizadas por aquellos tendientes a adoptar reglas, métodos, lineamientos e ideas preestablecidos. Pero más que nada, son fundadas como formas de adquirir poder a partir del dominio masivo de personas con diferentes ideologías y formas de pensar, pero, perfectamente maleables y adoctrinables.
Hay quienes gustan de diferenciar religión de espiritualidad usando estos términos como catalogaciones y connotaciones diferenciales y es más que evidente que quien tiene la necesidad de hacer estas separaciones con los fundamentos intelectuales de los que quiera valerse, está siendo poco coherente, porque hay un sólo interior personálísimo para cada ser no separado, un sentir genuino, un adentro pleno que cuando se alcanza no importa qué nombre se le ponga, es un estado de extraordinaria inteligencia donde se experimentan sentimientos de sosiego, certeza y entusiasmo imposible de trasladar en palabras pero no de contagiar por empatía.
La única división posible es para quien voluntariamente quiere, decide y desea que así ocurra en su interior que es donde siempre se generan las causas de fragmentación para luego tomar una aparente realidad en el ambiente.
La ciencia y la religión comparten la pasión por el conocimiento, el entendimiento y la verdad. Y en este sentido no son diferenciables.
Lo que las diferencia grandemente y es el motivo por lo que es indispensable su integración y es que usan diferentes áreas del cerebro. Integrarlas no sólo equilibra y permite un desarrollo más armónico, sino que le da a la persona de ciencia una base de integridad, honorabilidad, respeto por sí mismo y templanza que muchos pierden o nunca logran en el camino del conocimiento intelectual. La ciencia conecta al religioso con el mundo y sus manifestaciones de manera entendida y no juiciosa. Le saca del ambiguo vivir entre el bien y el mal para introducirlo en una contemplación más pacífica y comprensiva.
La trampa está en confundir al intelecto con la inteligencia y en asociar a la divinidad con la moral, la oración metódica, lo solemne, etc. y disociarla de las emociones, el deseo de experimentar, o el sexo, entre otros.
Y de seguro hay más religión dentro de algunos científicos que en muchos “religiosos” y mayor conocimiento de calidad y sabiduría entre los pocos religiosos verdaderos que en muchos “científicos” o cientificistas.
Sólo se trata de que quien desee sentirse en guerra y separado, se haga responsable y no quiera convencer a otros de que lo que busca es la verdad o el buen vivir de la humanidad o se justifique excusándose en la supuestas incompatibilidades. De esa manera, al menos así será sincero consigo mismo y no un hipócrita más.
Salud!
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