¿Quién no sintió esa música que le estremecía o transportaba a momentos de paz y relajación? ¿quién no sintió ese aroma que le hizo dejar de hablar para disfrutar y sonreír? ¿quién no sucumbió bajo una caricia suave de alguien amado? ¿quién no sintió deleite por ese manjar que se deshacía en la boca? ¿quién no sintió como la belleza de un paisaje, una flor, una persona o una pintura le cautivaba y aislaba por unos momentos de la realidad?.
Las personas tenemos el potencial de transformar nuestro sentir de manera voluntaria y con ello nuestra realidad del momento.
Y creando momentos de deleite para los sentidos se pueden generar estadíos de felicidad, bienestar y paz que devienen en un cuerpo que representa ese sentir, que se regocija y sana desde un estado en el cual le resulta imposible experimentar malestar.
Es esa una atribución que las personas podemos tomarnos, volvernos hacía la satisfacción por momentos, momentos que pueden cambiar la vida de cualquier persona, porque esa es su voluntad y su decisión de querer estar en paz y feliz.
Cualquiera que haya percibido una imagen y/o sonido de un noticiero, o de una pelea televisiva, sabe lo que causa en su interior, y sabe cuán atraído se ve por esa sensación de auto-flagelación a través de la empatía con el horror y la deshumanidad.
El morbo que reina y que es tan popular y que crea a la vez más y más malestar general, es alimentado por la decisión de tantas personas, que inconscientes, que sin razonar, no atienden a lo qué están haciéndole a sus cuerpos y sus mentes, que una vez dañados ya no pueden brindar nada bueno a nadie.