Hay
un hábito que nos fue impuesto por la costumbre y la creencia popular
resultado de la desinformación o, mejor dicho, de la mala información.
La
dedicación que ponen, hoy día, tanto la publicidad como maestros de
escuela, odontólogos y padres, (estos últimos con una intención bastante
diferente a la del primero), en el inculcar el cepillado de los dientes
con dentífrico con flúor a los niños, es uno de los lamentables
resultados de la alienación (*) de las personas en su propio perjuicio
disfrazado de salud.
Hace muchos años se conocen los efectos que
el flúor tiene sobre la glándula tiroidea, la cual es la encargada de
mantener la tasa metabólica del cuerpo en general, y para la regulación
del crecimiento y desarrollo.
Como todas las células metabólicamente
activas requieren la hormona tiroidea para el correcto funcionamiento,
la alteración de ésta puede tener una amplia gama de efectos en casi
todos los sistemas del cuerpo.