Desmitificando el celibato.


La naturaleza sexual de la raza humana derivada de la animal, cuyo instinto de supervivencia le lleva a la reproducción y en ésta la búsqueda de la evolución, parece contraponerse al celibato, una práctica sexual algo desvirtuada y malinterpretada.

Parece a propósito la interpretación del génesis que hacen algunos, así como la de muchos escritos considerados sagrados y base de diferentes dogmas “religiosos”, donde se considera a la sexualidad o al acto sexual impuro, pecaminoso y contrario a lo sagrado.

Ésta, claro está, no es una interpretación ni sana ni correcta. Dado que de existir un Dios que crease criaturas sexuadas que pone como regla de oro el no copular, aunque con “libertad” de elegir (albedrío), de seguro sería un Dios morboso y algo enfermo.

Ahora bien, la práctica del celibato es una práctica sexual pero algo diferente a las conocidas, más ésta no tiene que ver con el placer y/o la reproducción sino con la trascendencia.

Ésta práctica no se conoce entre animales, por una cuestión natural, ellos no son tan evolucionados y no cuentan con una consciencia como la de los seres humanos. Es esta consciencia la que mueve a algunos a querer trascender lo animal de modo de experimentar esa posibilidad.

No es posible embarcarse en el desafío de volverse célibe desde una visión moral, creyendo que ésto le hará más santo o elevado que otros a quienes ni siquiera les interesa hacer algo así, lo cual es totalmente válido.
Quienes obtuvieron el conocimiento de que existe ésta posibilidad, de no sólo ejercer dominio consciente sobre el deseo sexual, sino que a la vez esto trae aparejado una inusual carga de energía (al no ser “descargada”), sensación de poder y confianza en sí mismos, que da a la persona otro tono de vida, un sentir diferente y la satisfacción de haber trascendido sin represiones, la mismísima naturaleza del mundo.

Aquellos quienes han logrado observar en sí mismos como se manifiesta el deseo sexual, su ciclos, las imágenes que provoca en sus mentes y no hacen nada al respecto más que la simple observación, toman consciencia de que son algo más que una simple máquina biológica y que pueden responder a algo más elevado que al mero instinto reproductivo.

Cuentan que Mahatma Ghandi habría tenido sus complicaciones con ésta práctica, dado que estaba muy influenciado por sus creencias y veía al deseo sexual como una tentación, lo que le habría llevado a optar por un método algo cuestionable, y era que él mismo se enfrentaba a la supuesta tentación durmiendo con mujeres jóvenes desnudas. Y más allá de que su intención no fuera la de un pervertido, el usar a niñas para experimentar para sí mismo y “consagrarse” a sus propios logros a costa de otras personas, que quizás, no tendrían por qué pasar por estas prácticas para satisfacerle, no es algo admirable.

No se debe confundir al celibato con la asexualidad, ésta última tiene más que ver con una patología psicológica que con la trascendencia. Es característica de personas que tienen problemas como el de no aceptar su propio cuerpo o desnudez o temen relacionarse íntimamente con otros, etc. En general la asexualidad está estrechamente vinculada al miedo o a la apatía, y nada tiene que ver con el celibato voluntario, éste último llega a buen término cuando la persona ya ha reconocido en el acto sexual la belleza de la naturaleza y la increíble oportunidad de compartir con otra persona un momento tanto integrador como liberador.

La unión de dos personas en el acto sexual es la que debiera de considerarse sagrada y alabarse en templos, no a vírgenes que paren hijos venidos directamente desde el cielo, sin escala previa en ningún masculino.

Mal que les pese a algunos, la vida en este mundo se expresa a través del sexo y es por ésto que debe tenerse bien en alto y al celibato debe recurrirse sólo cuando se llegó a la aceptación del sexo, el cuerpo y la mente. Porque aceptando puede trascenderse, nunca luchando contra o condenando.

Salud.

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