El lado oscuro de la ecología.


Esta ciencia ha sido, como tantas otras cosas, tergiversada, mal usada, usada como excusa para respaldar actos por parte de diferentes organismos, o para disfrazar acciones contra el mismísimo planeta.

Se sabe que la palabra ecología tiene buena reputación y parece que todo lo que se hace en su nombre es bueno, pero ya sabemos que no es tan así.

Es, en apariencia, un artilugio muy útil para quienes quieren promocionarse políticamente, autovanagloriarse como defensores de la naturaleza y/o comercializar productos pseudo-ecológicos, etiquetando sus discursos de ecológicos.

Encontramos a famosos filántropos que se presentan defensores de la ecología, la cual puede incluir, el medio ambiente, el hambre en países en sub-desarrollo o la protección animal, entre otros.
Pero cuando se mira tras sus espaldas, los procedimientos llevados a cabo para engrosar las ganancias de sus empresas son algo apelables, porque puede encontrarse que estas empresas explotan a personas en países en desarrollo, utilizan materiales nocivos, emanan gases tóxicos a la atmósfera o contaminan el agua.

Con la excusa de un aparente calentamiento global se impusieron literalmente, desde los gobiernos, lámparas de bajo consumo a base de mercurio. Así lograron, aparte de vender sus productos a los gobernantes, los cuales pagan y se cobran con el dinero del pueblo, una temperatura ¿mucho menor?, un “ahorro” en el consumo de energía, a costa de arruinar el sistema neurológico de los seres que tienen uno.

Descartando aquellas ONGs falsas que se crean con el sólo fin de lograr fondos, de la manera que sea.

Es también una herramienta útil para quienes tienen intenciones de aguerrear, perseguir, condenar a otros en nombre de esta ciencia. Yo soy el bueno, y los anti-ecológicos son los malos y hay que atacarlos y condenarlos.

Y como bien se sabe, la ecología es una ciencia que no debiera de vincularse a la moral, no es un instrumento de justicia sino de conocimiento.

Las personas pueden proceder de manera ignorante o negligente, dependiendo de cual sea el caso, deberá ser la ecología la que instruya o deberán entrar en acción otras ciencias del conocimiento, ya que de tratarse de personas negligentes o malintencionadas que atenten contra la salud del ambiente de alguna manera, están sufriendo de trastornos mentales graves ya que no están pudiendo asociar las consecuencias que tiene atentar contra sí mismos, éstas ciencias pueden solucionar el problema que generan estas personas desequilibradas mentalmente, en cambio la justicia, lejos de solucionar, podría llegar a condenarlas con multas o cárcel, que a nadie le sirven de nada, pero que podrían dejarse como la última instancia, cuando ya nada da resultado.

Es una buena idea incluir, como parte del sistema de educación básico de los niños, contenidos referidos a las prácticas ecológicas y de conciencia global. Ésta última es necesaria, porque muchas veces ocurre que hay personas tan altamente influenciadas por las creencias en las líneas de divisiones políticas dibujadas en el mapa, que llegan a pensar que está permitido envenenar a otros países y sectores del planeta, arrojando la basura lejos geográficamente y así evitarse el daño.


El medio ambiente irá sanando en la medida en que las personas le presten atención y como responsables mayores y con el poder del discernimiento, los actos cotidianos y uso de tecnología benévola  se podrá recuperar. Pero es necesario que se piense en el planeta como un hogar, no poéticamente ni metafóricamente sino realmente.

La ecología no debe ser una moda, alcanza con ser una herramienta de conocimiento.

Algo claro es, de nada valdrán los esfuerzos en educar sobre ecología y cuidado del ambiente si las personas no empiezan por respetarse y cuidarse a sí mismas, y ésto último no se aprende intelectualmente sino que se siente.

Salud.


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