El arte no es inocuo.


Así como existen composiciones artísticas de diferentes áreas: música, literatura, pintura, cine, etc. que tienen un extraordinario efecto benéfico sobre el estado mental y en la salud en general, las hay de las otras. 

Es tristemente notorio, que la mayoría de los artistas deja plasmado en su obra su sentir, como forma de “catarsis” o de desahogo. El problema radica en que de esta manera su malestar trasciende fronteras afectando a todo aquel que empatiza con su obra. 

La musicoterapia es una práctica que reconoce el efecto del sonido y/o la composición musical en el estado físico-mental de la persona y la aplica a conciencia. Sin embargo, lo más común es que los estímulos musicales y/o audiovisuales masivos, provengan de emisoras de radio, tv y medios digitales, que no tienen ni la preparación, ni la conciencia necesaria, ni están regulados en esta materia (salud), causando efectos perjudiciales en forma masiva, sin ninguna responsabilidad aparente que les atañe. 


El arte parece compartir la misma naturaleza que la alimentación. Hipócrates habría dicho algo como: “que tu alimento sea tu medicina y que tu medicina sea tu alimento”, aludiendo al hecho de que cuando se ingiere algo tiene un efecto sobre la salud. La frase es más una expresión de deseo. 

Lo mismo ocurre con el consumo del arte, aunque éste es más déspota e indiscriminado que la alimentación. Es muy difícil ponerle límites al consumo de arte indeseado y a los estímulos audiovisuales bombardeados por doquier. 

Otro aspecto dañino del arte es su uso para la manipulación de los más vulnerables, llámese niños, adolescentes, y personas con inestabilidad emocional y/o mental. 

Hoy en día están los mal llamados “artistas”, que son aquellos consumidos por el mercantilismo, cuyo único propósito es ser “famosos”, generando fans, seguidores, likes, que alimenten su ego y llenen sus bolsillos de plata. 

Estos personajes generan contenidos con predominio de sexualidad, guerra, venganza, victimismo, culpa y relaciones “amorosas” enfermas, entre otros. 

En el caso de la música y su complemento, el video musical, este aspecto es muy notorio. La composición audiovisual es netamente sensual y/o sexual, amalgamando la histeria con el erotismo, llevando al humano al nivel más primitivo y vulnerable. 

Los artistas jóvenes, casi adolescentes, propiedad de compañías discográficas, son comercializados como esclavos. Sus vidas personales son públicas, su forma de vestir y actitud sugerente, sensual y/o sexual es obligatoria, y deben ser entretenidos para la masa, por lo que deben pasearse por cuanto programa de entretenimiento haya haciendo cosas que no quieren, ni tienen que ver con sus capacidades artísticas. 

En la literatura para adolescentes específicamente, predominan los contenidos apocalípticos y los héroes niños y/o adolescentes, en un mundo muerto, destruido y/o contaminado en extremo. Luego esta literatura se convierte en film de cine o serie, y se vuelve masiva. 

El arte más masivo parece estar destinado a intentar inducir la idea de que como humanos o personas, deseamos el estado de guerra constante como forma de entretenimiento o no-aburrimiento, queremos mantener la lucha constante entre la víctima y el tirano, deseamos por ende, la muerte y el castigo del culpable indiscutido, pero, con un toque de histeria sobrehumana, en medio del caos mental, se inocula el enamoramiento como sentimiento heroico que nos salva, individual y sobrenaturalmente, de todo mal. 

Este artículo no solo intenta visibilizar fenómenos nocivos que pasan de inadvertidos, sino que promueve como paleativo, la educación emocional. 

Las leyes y regulaciones abundan y buscan imponer reglas contra la voluntad de las personas, algo que es completamente insensato y contraproducente. 

La educación emocional, en cambio, busca orientar al individuo en la propia gestión de las emociones y en el auto-descubrimiento- conocimiento. 

Pero hasta tanto esto no ocurra, es mejor saber que uno debe protegerse y proteger a los más vulnerables de aquellos que tienen el poder de imponer modas, tendencias, gustos, lenguajes, ritos, retos, ideologías, etc. De modo de que la esencia de la persona logre la fortaleza para prevalecer y volverse libre. 

Salud! 

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