Un sentido para todo.


Cuan necesario es el objetivo que impulsa el hacer... tanto que se volvió una adicción.

La razón de todo lo que se hace, el encontrarle un motivo, explicación o utilidad está volviendo triste a las personas.
Hay tantas cosas que no tienen ningún sentido pero que hacen tan feliz hacerlas.
¿Para qué hacer algo si no va a tener un rédito económico?, ¿cuál es el sentido de hacer algo que no tiene un sentido?, ¿para qué estoy haciendo esto?.

Quizás sea oportuno tomar consciencia del deleite que es hacer algo porque sí, porque surgió, nada más.

Por qué no comenzar a tomar unos segundos antes de responder a la pregunta, ¿y para qué?  y simplemente reconocer no saber.

Es muy común ver a los niños pequeños como hacen la mayoría de las cosas para nada, ellos se abstraen en lo que están haciendo, se distraen y luego se entretienen con otra cosa, todas cosas para nada, inútiles para ellos, a quienes si se les pregunta para qué lo hacen dirán algo como, "porque sí", la mayoría de las veces. Cuando no dan explicaciones muy ocurrentes y llenas de imaginación. Todo parece tan preparado para que seamos más útiles que felices. La utilidad superó por lejos el gozo. 

Si se prestase atención al proceso mental desde el momento en que se cuela un pensamiento que recuerda a la persona que lo que hace lo hace para nada, no ganará dinero, ni reconocimiento, ni lo podrá compartir o no será apreciado por alguien más, no le darán un premio ni será famoso, en ese mismo momento el gozo es reemplazado por la decepción de no tener un sentido.

Si en lugar de salir a caminar para ejercitar, o adelgazar o bajar el colesterol o tonificar o evitar el infarto, se saliera a caminar porque sí, sin ton ni son y predisponerse a la sorpresa que le traerá el paseo.

Si en lugar de esperar o crear un motivo para salir de casa saliera porque sí, y si en lugar de esperar un motivo para dar un regalo o abrazo, lo diera porque sí. 

¿Por qué esperar el sentido pudiendo descubrirlo luego de haber sido espontáneo?.

Una vez un amigo me dijo algo como “no puedo explicarlo, no sé que me mueve a hacer lo que hago, no podría decirlo”.

Eso es muy hermoso, le dije, la mayoría de las cosas que hacemos con pasión no suelen tener un sentido, pero muchas veces resulta imposible no convertirse en un tonto filósofo que le encuentra un sentido a todo.

La mente humana está en pleno desarrollo, hay que dejarla que se nutra y sorprenda poniéndola en modo receptivo y no en modo analítico. La mente receptiva y pasiva se expande más armónicamente que rodeando las cosas de enmarañadas explicaciones desde la ignorancia en la cual se basa la mayor parte del tiempo.

Démosle la oportunidad a la existencia de que nos nutra desde el mismo momento en que abrimos los ojos al despertar. Podemos hablarle de esta manera, “sé que tengo ideas formadas sobre la razón de todo lo que hago en la vida, quisiera que hoy me muestres aquello que me liberará de falsos juicios e ideas. Me dispongo a contemplar en silencio y reconozco mi ignorancia.”

El despertar se puso de moda hace algún tiempo, el problema al cual se enfrentan muchos es el creer estar despiertos, y alguien dormido que no pone en duda su sueño o que no reconoce su estado, es poco probable que quiera o logre cambiarlo.

Por esto es indispensable reconocer la propia ignorancia, reconocer el sueño antes de querer imponer nuestra ideología de ensueño a otros a quienes tenemos como dormidos o bajos en consciencia.

El despertar no ocurrirá desde el intelecto que le da un sentido a todo, sino que emerge de la consciencia alerta y receptiva.


Salud.

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