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Destino.


Tan arraigada está la idea de la pre-destinación en algunas personas que llegan a pensar que todo lo que les pasa en la vida corresponde al cumplimiento de ese plan que para ellos está diseñado.

Una mujer me dijo algo como, “cuando uno tiene marcado el destino no puede hacer nada al respecto. Y como yo no creo en Dios”. Agregó.

Entonces, si no cree en Dios, ¿quién o qué marca su destino?. Pregunté.

Se encogió de hombros.

Si no cree en un Dios, no tiene sentido que crea en el destino o en la predestinación. Porque no hay forma de que esté ahí. Lo que debe saber es que el destino no es casual, sino causal.

No son pocas las personas que desligan toda responsabilidad de sus vidas atribuyendo la red de eventos que las constituyen a un destino diseñado o a un Dios prepotente y poco democrático.

Claro está que aquello que llaman destino no es otra cosa que un puñado de posibilidades, las cuales dependen de las elecciones que se hacen en el presente, lo que sugiere que las personas tenemos el poder de forjar nuestro propio destino.