La desconfianza no es un método preventivo sano.



Es común de ver que se promueva a la desconfianza como una forma de estar prevenido, pero en la práctica no resulta efectivo ni mucho menos. 

El ser desconfiado suele ser una característica más personal que una práctica inteligente. La persona desconfiada tiende a ser insegura de sí misma y no muy verás, por tanto cree, por propia proyección, que quienes le rodean comparten su “naturaleza” y desconfía. 

Lo habitual es que hasta el mismo desconfiado crónico se relaje a veces y confíe en las cosas más insólitas pero que van con su creencia, y por un raro fenómeno, terminan siendo engañados y/o traicionados. Porque si hay algo que es una constante en estas personalidades es que desconfíen de lo equivocado y confían también equivocadamente. 

Esto ocurre porque la falencia principal que tiene el desconfiado, es la ausencia o casi nula capacidad de empatía, esa habilidad que permite conectar y sentir al otro, en su lugar su método de análisis es el de observación neta de lo gestual y/o estética, por lo que son fácil de engañar por alguien hábil emulando o actuando. 

No debe confundirse la desconfianza patológica como la que se menciona en este escrito, la cual está desprovista de inteligencia y por ende el resultado de aplicarla suele ser desastroso, con la capacidad de discernimiento de aquello que se pretende que creamos. 

Existen potencialidades y probabilidades en las cosas y hechos que pueden ser verdaderos o no y ahí entra en juego la capacidad del darse cuenta de que se ignora y se le puede dar el beneficio de la duda. Así como también se puede percibir al otro conscientemente, sin comprometer el propio sentir, de modo de tener información que se conecta directo con la intuición. 

La intuición es la que inexplicablemente le hace a uno proceder de manera casi inequívoca y segura. Esto puede conllevar a que uno confíe en algo que tiene toda la impresión de ser un engaño para alguien desconfiado, y salir airoso y/o beneficiado. 

Quienes eligieron consciente y no tan conscientemente dejarse guiar por la desconfianza y el análisis lógico, difícilmente reconozcan que es un método fallido, porque su propia inseguridad les hace sentir estúpidos y refuerzan su metodología, aunque ésta devenga en malestar. 

En cambio, aquellos que tienen bases en la inocencia y la buena intención, es poco frecuente que recurran a la desconfianza, pero sí es frecuente que estén alerta y tengan la capacidad de escuchar y conectar con otros muy desarrollada. 

Ninguno de los métodos es infalible, pero las bases en la inocencia liberan grandemente de cualquier pesar por un error cometido, a diferencia de quien lleva una vida de mentira, engaño, manipulación o envidia. 

El error se desintegra en la inocencia dando la tranquilidad de que a pesar de no haber podido lidiar certeramente con la ignorancia, queda la tranquilidad de que el motivo ulterior era sano. 


Salud!

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